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| Hamza Ibn Abdel Muttalib (Allah esté complacido con él) | |
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Sunnah wal Yamaah Admin
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| Tema: Hamza Ibn Abdel Muttalib (Allah esté complacido con él) Miér Nov 30, 2011 9:12 am | |
| Hamza Ibn Abdel Muttalib (Allah se complazca de él)
León de Allah y Señor de los Mártires
Después de un día lleno de actividad, duro trabajo, oración y diversión, la ciudad de La Meca reposaba en un profundo sueño. Los qureishíes dormían profundamente en sus lechos salvo una persona, que en ese momento abandonaba el suyo, pues se acostaba temprano para luego levantarse con entusiasmo y acudir a su cita con Allah. Dedicaba parte de su tiempo en invocar a Allah y suplicarle continuamente. Su esposa despertaba y le rogaba tener piedad consigo mismo y tomarse un merecido descanso. El Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) respondía con lágrimas que anticipaban sus palabras:
¡Se ha terminado el tiempo de descanso, Jadiya! Aún no había atraído la atención de su tribu, pese a que algunos ya estaban al tanto de su secreta prédica.
Hasta entonces, eran muy pocos los que habían aceptado el mensaje del Profeta. Entre los que aún no habían creído en él, había quienes le tenían cariño y respeto. Deseaban de todo corazón poder creerle y unirse a su prédica. Solamente se los prohibían las circunstancias, lo heredado, las presiones de las tradiciones ancestrales y esa indecisión entre el llamado del ocaso y el de un nuevo amanecer. Uno de esos indecisos era Hamza Ibn Abdel Muttalib (Allah se complazca con él), tío del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y su hermano de leche.
Hamza conocía la grandeza y magnitud de su sobrino, por ello, estaba consciente de la veracidad de su mensaje y de todas sus características. Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) no era sólo su sobrino, era también un hermano y amigo. Ambos eran casi de la misma edad, jugaron, se criaron juntos y siguieron juntos paso a paso durante sus vidas.
Pero poco a poco tomaron rumbos distintos: Hamza empezó a competir con los jóvenes de su edad por gozar de la buena vida y por ganarse un puesto entre los nobles y señores de La Meca. Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), en cambio, se retrajo a la luz de su alma, la que lo iluminó hacia el camino de Allah; el llamado de su corazón lo llevó lejos del bullicio de la vida diaria, hacia una profunda contemplación y preparación para el encuentro con la verdad.
A pesar de tomar rumbos distintos, las virtudes de Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) nunca escaparon a la atención de su tío y merecieron todo su respeto y el de los demás qureishíes. Hamza salió aquella mañana y, como de costumbre, se encontró con los nobles de Qureish ante la Ka’aba.Estos hablaban de Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él). Y por primera vez, Hamza (Allah se complazca con él) notó preocupación en los nobles a causa del mensaje de su sobrino.
En sus rostros se notaba enojo, envidia y amargura cuando lo mencionaban. Antes no se preocupaban por él. ¿O sería que lo ocultaban? Ahora se veía en sus caras intensa preocupación e impaciencia. Hamza (Allah se complazca con él) se burló de sus temores, les acusó de exagerar y de evaluar mal la situación. Abu Yahl aseguró que Hamza sabía la magnitud del peligro que significaba su sobrino y el mensaje que predicaba, pero que intentaba suavizar la situación y dar tiempo al triunfo del Mensajero (la paz y las bendiciones de Allah sean con él). Prosiguieron así, con gran alboroto y amenazas. Hamza (Allah se complazca con él) sonreía a veces pero lo hacía con cierta amargura. Y cuando se alejaron, quedó solo con las nuevas ideas y conceptos que había oído, y comenzó a meditar profundamente el asunto de su sobrino.
Con el pasar de los días, el murmullo de Qureish seguía en aumento, hasta pasar a ser una clara provocación. De lejos Hamza vigilaba la situación. La firmeza de su sobrino lo impresionaba y su sacrificio por la fe y el Mensaje era algo novedoso para Qureish, a pesar de que la tribu sabía lo que era sacrificio y firmeza.
Pero la duda no podría engañar a Hamza (Allah se complazca con él). Él era quien mejor conocía a Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), desde niño, hasta su honesta y sobria vida adulta. Llegaron casi juntos a este mundo, se habían criado juntos y juntos habían alcanzado la madurez. La vida del Mensajero (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) era pura y transparente como los rayos del sol. Hamza no recordaba ningún episodio oscuro respecto a Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él); tampoco recordaba haberle visto furioso, desesperado, siendo injusto, o perdido sin rumbo. Hamza (Allah se complazca con él) no solo era fuerte físicamente, sino que gozaba de equilibrio mental y aguda razón. “Sería natural seguir a un hombre conocido por su honestidad y su sinceridad,” pensaba Hamza. Pronto se revelaría la verdad.
Y llegó el día. Hamza salió con su arco al desierto para practicar el deporte que tanto amaba y dominaba, la cacería. Pasó el día cazando; al regresar fue, como de costumbre, hacia la Ka’aba para girar alrededor de ella y luego ir a su hogar. Cerca de la Ka’aba, alguien le dijo: “¡Oh, padre de Umara! Si supieras lo que tu sobrino ha recibido de Al Hakam Ibn Hisham. Lo encontró sentado y lo atacó, lo insultó y lo dañó en todas las formas imaginables”.
Hamza (Allah se complazca con él) escuchó atentamente, luego aseguró su arco y se dirigió con pasos firmes a la Ka’aba para encontrar a Abu Yahl. Estaba decidido a darle su merecido. Lo encontró conversando con otros noble qureishíes. Se acercó y fríamente le acertó un fuerte golpe con el arco en la cabeza, hasta hacerla sangrar profusamente. Y antes que nadie pudiese reaccionar gritó:
¿Insultas a Muhammad siendo que soy de su religión y digo lo que él dice? Si puedes, responde a lo que te acabo de hacer. Todos olvidaron el golpe asestado a Abu Yahl, las palabras emitidas por Hamza (Allah se complazca con él) fueron como un relámpago, les anunciaba que pertenecía a la religión de Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él). ¿Hamza se convirtió al Islam? ¿El más digno de los jóvenes de Qureish? ¿El indómito? La islamización de Hamza era una desgracia insoportable para Qureish. Tentaría a muchos otros nobles, y Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) encontraría quien le apoye y refuerce su posición. ¡Un día Qureish despertaría por los golpes de quienes destruyen sus ídolos y dioses!
Era la verdad: Hamza (Allah se complazca con él) había abrazado el Islam; declaró públicamente lo que escondía en su pecho, dejando a los presentes asombrados. Hamza aseguró su arco sobre su hombro y, tal como llegó, se marchó hacia su casa. Este valeroso guerrero tenía un razonamiento agudo y una mente muy sagaz. Una vez en su hogar, pensó en lo sucedido: ¿Cómo y cuando había declarado su Islam?
Lo había declarado en un lapso de vehemencia, nerviosismo y furia. Había sentido pena por su sobrino, quien era oprimido por los qureishíes sin tener ningún apoyo. Hamza (Allah se complazca con él) se enfureció y quiso defender el honor de Bani Hashim, su clan; por eso había herido a Abu Yahl en la cabeza y había exclamado a todos su islamización. Pero, ¿Acaso era este el mejor camino para abandonar la religión de sus padres y ancestros, la religión de siglos y siglos? ¿Para adoptar un nuevo credo que aún no probaba sus mandatos, del cual conocía muy poco?
En verdad, Hamza (Allah se complazca con él) no dudaba un instante de la sinceridad de su sobrino ni de la nobleza de sus intenciones. Pero, ¿Podía recibir una religión con todas sus obligaciones y responsabilidades en un momento de ira como lo había hecho? Respetaba de todo corazón la religión de su sobrino. Pero, si el destino le tenía preparado ser uno de los seguidores del Islam y su defensor, ¿Cuándo sería la ocasión adecuada para adoptarlo? ¿En un momento de ira y vehemencia o después de un lapso de meditación y estudio?
La rectitud y agudeza de su conciencia, obligaron a Hamza a someter todo el asunto a un nuevo estudio y una revisión detallada y minuciosa. Meditaba el asunto. Pasaron los días y su mente no conocía el sosiego y pasaron noches enteras sin poder conciliar el sueño. Cuando anhelamos conocer la verdad por medio del razonamiento, la duda se convierte en un medio para lograrlo. Hamza empezó a usar la razón y la mente para analizar al Islam y establecer una comparación entre la nueva religión y la antigua. En su mente afloraron dudas motivadas por la nostalgia y el apego a la religión de sus padres y ese miedo natural a todo lo nuevo.
Sus recuerdos se concentraban en la Ka’aba, sus dioses e ídolos y las glorias que esos dioses labrados habían traído a Qureish y a La Meca. Apartarse de esta tradición y esta religión de noble antigüedad parecía un abismo difícil de salvar. Hamza (Allah se complazca con él) se asombró de la facilidad con la cual había abandonado la religión de sus ancestros, se lamentó de lo hecho, pero continuó su análisis. Llegó a la conclusión de que la mente no era suficiente y se refugió en lo oculto con sinceridad y esperanza. Ante la Ka’aba, dirigió sus plegarias devotamente para alcanzar la guía hacia el sendero recto.
Hamza relataría esto, después, con sus propias palabras: “Fui a la Ka’aba y rogué a Allah que me guíe hacia la verdad y aleje toda duda de mí. Allah me escuchó y llenó mi corazón con certeza.”
“Fui al Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y le comenté el asunto. Él invocó a Allah para darle a mi corazón firmeza en el Islam. ” Así acepto Hamza el Islam con total convicción.
Allah fortaleció al Islam a través de Hamza (Allah se complazca con él). Este se erigió como un gigante en defensa del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y los musulmanes oprimidos. Abu Yahl, al ver a Hamza entre las filas de musulmanes, dedujo que se había declarado la guerra y comenzó a incitar a los qureishíes para atacar al Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y a sus seguidores. Al mismo tiempo inició la preparación de una guerra civil a fin de satisfacer su ira y envidia.
Aunque Hamza no podía evitar todo daño contra los musulmanes, su conversión fue como una coraza para los creyentes; y fue, a la vez, aliento para mucha gente que entraba en el Islam. Él y Omar Ibn Al-Jattab (Allah se complazca con él) hicieron que muchas tribus entraran en el Islam con su conversión. Por la fuerza y dedicación sincera que Hamza puso en su fe, el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) lo llamó: “El león de Allah y de Su Profeta”.
Hamza fue el Emir de los musulmanes en la primera batalla que enfrentaron los creyentes contra los idólatras. Recibió el primer estandarte que el Mensajero (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) entregó a sus generales. Y allí estuvo el León de Allah y de Su Profeta, en Badr, devastando las filas de los idólatras.
Los restos del derrotado ejército qureishí retornaron de Badr a La Meca en un estado lamentable. Abu Sufián retornó con el corazón derrotado. Habían dejado el campo de batalla plagado de cadáveres qureishíes. La gente más noble y poderosa había caído: Abu Yahl, Utba Ibn Rabi'a, Shaiba Ibn Rabi'a, Umaia Ibn Jalaf y muchos otros de lo mejor de la aristocracia de Qureish yacían en Badr.
Qureish no iba a dejar la situación así. Comenzaron a preparar la venganza; reunían fuerzas y recordaban la derrota para darse valor en la venganza de su honor y sus muertos. Qureish insistía en la guerra. Y así llegó la batalla de Uhud.
Todo Qureish y sus aliados árabes salieron a combatir en esa batalla bajo el mando de Abu Sufián. Los idólatras tenían como objetivo eliminar a dos hombres: Al Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y a Hamza (Allah se complazca con él). Los qureishíes tenían un plan para eliminar a Hamza; antes de salir eligieron al hombre encargado de hacerlo. Era un esclavo abisinio de una habilidad sobrenatural con la lanza. Su misión sería seguir a Hamza durante la batalla, no quitar de él la vista. Pasare lo que pasare, debía matar a Hamza. Le prometieron un magnífico premio si lo hacía, lo harían libre. Su nombre era “Uahshi”, el salvaje.
Lo enviaron con Hind bint ‘Utba, la esposa del jefe de Qureish, para animarlo más e inducirlo hacia su macabra misión. Hind había perdido a su padre, su tío, su hermano y su hijo en la batalla de Badr. Se le había dicho que Hamza (Allah se complazca con él) fue el culpable. Por ello, entre todos los qureishíes, Hind era la que más deseaba acabar con Hamza y vengarse de él. Pagaría cualquier precio por la cabeza del guerrero.
Hind pasó días alimentando el odio y la codicia de Uahshi para no fallar en su misión; llegó a ofrecerle todas sus joyas si asesinaba a Hamza. ¡Todas las joyas de Hind, la esposa del jefe de Qureish! Esperaba impaciente la batalla que lo haría libre por fin y, además, inmensamente rico. Así era la conspiración rodeaba y cercaba al noble guerrero, Hamza, “León de Allah”
Al comenzar la batalla, ambos ejércitos se enfrentaron en las afueras de Medina con violencia. Hamza se encontraba entre ellos. Llevaba puesta su armadura completa y adornaba su pecho con la blanca pluma de un avestruz, como era su costumbre en las batallas. Su habilidad natural para el combate le hacía causar estragos entre los idólatras.
Los musulmanes estuvieron a punto de ganar la batalla, los qureishíes ya se retiraban con estupor; sin embargo, algo falló, los arqueros apostados en la montaña para proteger la retaguardia del ejército musulmán bajaron en tropel para recoger el casi asegurado botín, desobedeciendo así la orden del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), de cuidar esa retaguardia hasta el final.
La ocasión fue aprovechada por los osados jinetes de Qureish para lanzar un ataque sobre los musulmanes por detrás y abrir una gran brecha en sus filas. Los musulmanes empezaron a reagruparse, pero ya era tarde; algunos hasta habían dejado sus armas en el suelo al ver la batalla ganada. Y la sorpresa fue dura y violenta. Hamza (Allah se complazca con él), al ver tal desastre, duplicó sus esfuerzos y empezó a golpear a diestra y siniestra con su espada. Mientras tanto, Uahshi lo seguía paso a paso, esperando el momento adecuado para eliminarlo.
Pero dejemos que el propio Uahshi nos describa lo sucedido: “Soy de Abisinia y arrojo la lanza al modo de los de Abisinia, raramente fallo. Al enfrentarse los ejércitos, salí a vigilar a Hamza de cerca. Lo vi entre los guerreros, derribaba violentamente a los hombres con su espada, nada se ponía en su camino. Por Allah que estaba listo para tirarle y matarle; me oculté detrás de un árbol esperando una oportunidad, pero Sibau Ibn Abdel ‘Uzza se me adelantó y Hamza se encargó de acabarlo de una estocada...”
“Entonces balanceé mi lanza, al encontrar el ángulo correcto la arrojé, le acerté en su vientre y lo atravesé con ella. Se levantó hacia mí pero no pudo avanzar y cayó muerto.”
“Me acerqué a él y tomé mi jabalina. Luego volví al campamento, no tenía más que hacer, lo había matado para obtener mi libertad.” “Cuando volvimos a La Meca me liberaron y allí me quedé hasta que el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) entró triunfante y la liberó. Ese día huí hacia la cercana Taif.”
“Cuando la gente de Taif se dirigió al Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) para entregarse no supe que hacer. Ir a Siria o al Yemen era mi dilema. Por Allah, estando yo en esta encrucijada, un hombre se me acercó y dijo: ¡Qué te sucede! El Profeta de Allah no mata a nadie que entra en su religión.” “Así fue que llegué a Medina, y me presenté ante el Mensajero (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y declaré el testimonio de la verdad. Al verme, dijo:
¿Tú eres Uahshi? Respondí: Si, Profeta de Allah. Me dijo: Cuéntame cómo mataste a Hamza. Y así lo hice; al terminar mi relato me dijo: ¡Ay de ti! ¡Aléjate de mi vista! Desde entonces hice lo posible por no cruzarme en su camino, para que no me viese hasta el día de su muerte.” “Cuando los musulmanes salieron a enfrentar a Musailama Al-Kaddhab de Al Iamama (un falso profeta), salí con ellos. Llevé la jabalina con la que había matado a Hamza. Al enfrentarse los ejércitos vi a Musailama Al Kaddhab ubicarse blandiendo su espada; me preparé para lanzar, balanceando mi jabalina, al ver el ángulo adecuado la arrojé y le acerté de pleno.”
Luego pensé: “Si maté con esta jabalina a la mejor persona, que era Hamza, ruego a Allah que me perdone al matar con la misma a la peor persona: Musailama el mentiroso.” Esta es la historia de la muerte del León de Allah y de Su Profeta, un mártir glorioso. Su vida impresionó e impactó a su generación, también lo hizo su muerte. A sus enemigos no les bastó con asesinarlo, después de alistar todos aquellos guerreros para acabar con él y con el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él)!
Hind bint ‘Utba mandó a Uahshi extirparle el hígado a Hamza y traérselo. Uahshi no demoró mucho en satisfacer su demencial deseo. Mientras le alcanzaba el hígado con la diestra, recibía las joyas de Hind, su recompensa, con la izquierda.
Hind, hija de ‘Utba, aquel que murió en manos de los musulmanes en Badr, y esposa de Abu Sufián, jefe de los paganos e idólatras árabes, mordió el hígado de Hamza y lo masticó, como forma de saciar su venganza.
Cuando acabó la batalla, los idólatras volvieron a La Meca. El Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) bajó junto a sus compañeros hasta el campo de batalla para ver a los mártires. Allí estaba, al fondo del valle, viendo los rostros de sus Compañeros, que habían caído por la causa de Allah, los que habían hecho un pacto con Allah y recibirían una gran recompensa. De pronto, se detuvo, miró, calló y apretó los dientes, cerrando sus párpados ante el horror.
Nunca pensó que la crueldad natural del ser humano llegaría a esta brutalidad horrible, descuartizando el cadáver de un hombre caído en batalla, como lo hecho con su tío Hamza Ibn Abdel Muttalib (Allah se complazca con él), el León de Allah y el Señor de los Mártires. El Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) abrió sus ojos brillantes y los dirigió nuevamente hacia el cadáver de su tío horriblemente despedazado y dijo: “Jamás me ocurrirá una desgracia igual, nunca estuve ante una situación que me enfurezca tanto como esta.”
Miró a sus Sahaba y dijo: “Si no se apenase Safía - hermana de Hamza- y no llegase a ser tomada como una tradición después de mí, lo dejaría para que quede en los vientres de las fieras y los buitres... Cuando Allah me de la victoria sobre Qureish, donde sea, ¡Me cobraré la vida dé treinta de sus hombres!”
Los Compañeros del Profeta gritaban, a su vez: “¡Por Allah! Si por su ayuda logramos vencerlos, aunque sea una vez en la vida ¡Nos cobraremos de un modo que jamás lo hizo árabe alguno!” Pero Allah no solo agració a Hamza (Allah se complazca con él) con hacerlo mártir, también hizo de él una oportunidad para enseñar al mundo que la justicia debe prevalecer y que la misericordia es un deber y una obligación en cualquier castigo o talión. Ni bien terminó su amenaza, el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) recibió la siguiente revelación en el mismo campo de batalla, ante el destrozado cadáver de su tío.
Allah dijo en el Corán:
“Convoca al sendero de tu Señor con sabiduría y bellas palabras. Arguméntales de la mejor manera. Tu Señor sabe bien quién se extravía de Su camino y quién sigue la guía. Si os agraden, responded del mismo modo que se os ha agredido [y no os excedáis]. Pero si sois pacientes [y perdonáis] será lo mejor para vosotros. Se paciente y sabe que la paciencia es una virtud que Allah concede a quien Le place. No te apenes [por la incredulidad de tu pueblo] ni te angusties por lo que traman. Por cierto que Allah está con los piadosos y con los benefactores.” (16:125-128)
La revelación de estos versículos, en ocasión de su martirio, fue el mejor homenaje que Hamza obtuvo de Allah como recompensa. El Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), decidió que en esos momentos, la mejor despedida para Hamza era orar por el descanso de su alma tantas veces como mártires hubo en la batalla.
De este modo, el cadáver del guerrero fue llevado hasta el lugar donde se realizaba la oración por los mártires caídos. Allí, en ese campo de batalla, que fue testigo de su heroísmo y le vio caer ensangrentado, oró el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y sus Compañeros, por Hamza. Luego, trajeron otro mártir y el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) oró por los dos, luego se lo llevaron, dejando a Hamza (Allah se complazca con él) en su mismo lugar. Trajeron a un tercero, lo pusieron también al lado de Hamza (Allah se complazca con él) y el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) rezó por ambos. Y así se hizo con todos los mártires. El Mensajero (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) rezó setenta veces por su tío en ese día.
Cuando los soldados volvían a Medina vieron a las mujeres llorar por sus mártires. El Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), con tristeza, dijo: ¡Nadie llore por Hamza (Allah se complazca con él)!
Sa'id Ibn Mu'adh, con intención de satisfacer al Profeta, dijo a unas mujeres que lloren por Hamza y ellas lo hicieron. El Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), apenas escuchó sus llantos y lamentos, salió y les dijo: “No era esa mi intención. Volveos y que Allah se apiade de vosotras. Desde hoy, no habrá más llanto.” Muchos de los Sahaba dedicaron a Hamza (Allah se complazca con él) elogios; sin embargo, el mejor elogio fueron las palabras del Profeta ante su cadáver quién dijo: “Que la misericordia de Allah te alcance, ya que tú fuiste - según sé - bueno y generoso con los parientes y un gran benefactor...”
La pena que el Profeta sentía por la partida de su tío era muy grande... consolarlo en ese momento era algo muy difícil. Sin embargo, el destino guardaba para el Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) el mejor consuelo...
Al regresar a su casa después de la batalla, el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) pasó frente a una mujer cuyo padre, esposo e hijo habían caído en dicha batalla. Al ver a los soldados musulmanes retornar, fue a preguntarles sobre sus familiares. Le comunicaron la noticia de la muerte de su padre, de su esposo y su hijo. Ella, sin embargo, preguntó ansiosamente: “¿Y cómo está el Mensajero de Allah?” Le dijeron: “Bien, como es tu deseo, gracias a Allah” Dijo: “Muéstrenmelo para verlo.”
Los hombres se quedaron junto a ella hasta que el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se acercó. Al verlo, le dijo: “Cualquier pérdida, aparte de ti, es algo fácil”
Esa escena fue un verdadero consuelo. El Mensajero sonrió levemente ante tanta generosidad, obediencia y absoluto apoyo. Las palabras de esta pobre mujer que, después de oír semejante noticia, que derrumbaría montañas, preguntó por el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), fueron el mejor consuelo que el destino pudo dar al Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) por la pérdida del León de Allah y el Señor de los Mártires. ¡Que Allah bendiga a Hamza!
Fuente: Historias de los Compañeros del Profeta (sallalahu aleihi wasalam)
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| Tema: Re: Hamza Ibn Abdel Muttalib (Allah esté complacido con él) Miér Nov 30, 2011 9:15 am | |
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Hamzat Ibn Abdel Muttalib -radia Allah anhu- "El León de Dios y el Señor de los Mártires"
Después de un día Lleno de movimiento, duro trabajo, oración y diversión, Meca estaba en un profundo sueño. Los Quraichíes volteaban, hondamente dormidos, en sus techos, salvo uno, que entonces se apartaba de su lado del fecho, pues recurría temprano a su cama, descansaba unas horas, y luego se levantaba con gran entusiasmo ya que tenía una cita con Dios. Se dirigía a su lugar de oración en su aposento, comenzaba a invocar y rogar a Dios continuamente... cada vez que su esposa se despertaba por el zumbido de su sometido pecho y sus insistentes y sinceras suplicas, se enternecía por el, y lo llamaba para que se apiadase de si mismo y tomase su suerte de descanso. El le respondía con sus lágrimas anticipando sus palabras: - Se ha terminado el tiempo de descanso... Jadiyah!!
Su asunto, aun no había importado a los Quraichíes , pese a que les había llamado la atención pues el ya había comenzado su predica transmitiendo su mensaje secretamente. Hasta entonces, eran muy pocos los que habían creído en el. Entre quienes no le habían creído, había muchos que le tenían gran amor y respeto, y esperaban con todo coraz6n creerle y encaminarse en su bendita caravana; solamente se lo prohibían las circunstancias, lo hereditario, las presiones de la tradición y la indecisión entre el llamado del ocaso y el del amanecer. Uno de esos era Hamzah ibn Abdel Muttalib, tío del Profeta (sa-lâ Allah alehi wa salam.) y su hermano de leche.
Hamzah conocía la magnitud y la plenitud de su sobrino... por esto estaba consciente de la realidad de su mensaje, y de todas sus características. Hamzah no lo conocía meramente como sobrino, sino como hermano y amigo... ya que el Mensajero y el eran de la misma generación y de edades cercanas, se criaron, jugaron. hermanaron y siguieron juntos paso a paso desde el comienzo de la vida.
Pero la juventud de ambos siguió un camino diferente: Hamzah empezó a luchar entre los Jóvenes de su edad para alcanzar la buena vida y obtener un lugar para si mismo entre los lideres y señores de Meca. Muhammad, por su parte, se retrajo a la luz de su alma, la que lo iluminó hacia el camino de Dios, y al discurso de su corazón que le llevó lejos de la bulla de la vida hacia una profunda contemplación y preparación para abrazar y encontrarse con la verdad.
Dijimos que la juventud de ambos tomó un frente distinto; sin embargo, nunca las virtudes de su amigo y sobrino estaban ausentes de la mente de Hamzah. Aquellas virtudes y carisma crearon para él un lugar prestigioso en los corazones de toda la gente y marcaron una clara imagen para su ilustre futuro.Hamzah salió, como de costumbre, en la mañana de aquel día. Se encontró en Al Kaabah con un grupo de los nobles y señores de Quraich, se quedó con ellos, escuchando lo que decían— estaban hablando de Muhammad. Por primera vez, Hamzah vio en ellos una preocupación por el mensaje de su sobrino; en sus conversaciones sobre él aparecía un tono de rabia, envidia y amargura. Antes no se preocupaban, acaso lo ocultaban? En aquel entonces se evidenciaba en sus caras olas de preocupación, tristeza y el deseo de ataque. Hamzah se burló largamente de sus conversaciones... y les acusó por la exageración y la mala evaluación del asunto... Abu Yahl continuó asegurando a los asistentes que Hamzah era quien más sabía del peligro del mensaje de Muhammad, pero quería suavizar el asunto para que los quraishíes durmieran y amanecieran un día de una mala mañana acompañados por la victoria de su sobrino.
Prosiguieron su conversación alborotando y amenazando. Hamzah a veces sonreía y otras veces tragaba la amargura. y cuando se dispersaron y cada uno se fue a lo suyo, Hamzah se quedó con la cabeza llena de nuevas ideas y nuevos pensamientos con los cuales empezó nuevamente a discutir consigo mismo lo de su sobrino. Con el pasar de los días, el susurro de Quraish acerca de la predica del Profeta sallalahu aleihi wasalamaumentaba.
Luego, el susurro se convirtió en provocación. Y de lejos, Hamzah vigilaba la situación. La solidez de su sobrino lo impresionaba... y su sacrificio por la fe y el mensaje era algo nuevo para todo quraishí; pese a lo que Quraish conocía en cuanto a sacrificio y solidez. Si en aquel día, la duda pudiese engañar a alguien respecto a la sinceridad del Mensajero y la magnitud de su conducta, esta duda no podría encontrar un camino o salida hacia la conciencia de Hamzah.
Hamzah era el que mejor conocía a Muhammad sallalahu aleihi wasalam , desde su temprana niñez... su pura juventud, hasta su honesta y glorificada hombría... el no lo conocía como a sí mismo, sino mucho más; desde que llegaron juntos a este mundo... se criaron juntos... y alcanzaron juntos la edad adulta. La vida de Muhammad era pura como son los rayos del sol.
Hamzah no recordaba ni una sola incertidumbre que rodeara a Muhammad en esta vida; tampoco lo había visto enojado, desesperado, aprovechado, divirtiéndose u oscilante.
Hamzah no solamente disfrutaba de fuerza corporal, sino de equilibrio mental y buena voluntad. Por ello, era natural seguir a un hombre que había conocido tan sincero y honesto.
Así se puso pensativo en un asunto que pronto se iba a revelar... Y llegó el día prometido... Hamzah salió de su casa con el arco puesto, dirigiéndose hacia el desierto para practicar su querida afición y su deporte preferido, que era la caza... pues era muy hábil en ella. Pasó una parte del día cazando... A su regreso se dirigió, como de costumbre, a Al Kaabah para girar a su alrededor antes de volver a su casa. Cerca de Al Kaabah, se encontró con una sirvienta de Ibn Yudan. Al verlo, ella le dijo: "Padre de Umarah... si hubiera visto lo que acaba de recibir su sobrino de Abu Alhakam Ibn Hisham. Este lo encontró sentado por ahí, lo hizo sufrir, lo insultó, y todo lo que se puede imaginar.” Comenzó a explicarle lo que Abu Yahl había hecho con el Mensajero de Dios.
Hamzah la escuchó muy atento, se quedó callado por un momento. Luego, con su mano derecha afirmó su arco sobre el hombro... y con pasos rápidos y firmes se dirigió a Al Kaabah, deseando encontrarse ahí con Abu Yahl.... De no hallarlo ahí, seguiría buscándolo por todas partes. Apenas llegó a Al Kaabah, vio a Abu Yahl en el patio, rodeado por un grupo de los nobles de Quraish. Con una tranquilidad impresionante, se presentó frente a Abu Yahl. Luego agarró su arco, golpeando la cabeza de Abu Yahl, descalabrándola y haciéndola sangrar. Antes de que quienes estaban sentados despertaran de la sorpresa, Hamzah gritó a Abu Yahl: "Insultas a Muhammad siendo que soy de su religión, y digo lo que él dice? Si puedes, respóndeme lo que te acabo de hacer”.
En un instante, todos los que estaban sentados olvidaron el insulto que alcanzó a su líder Abu Yahl y la sangre derramada de su cabeza, preocupados por aquella palabra que les azotó como el relámpago, esta palabra a través de la cual Hamzah declaró su pertenencia a la religión de Muhammad; veía lo que el veía y decía lo que el decía. Hamzah se convirtió al Islam? EI mas digno de los jóvenes de Quraish, “el Indómito”
La islamización de Hamzah era la calamidad que Quraish no podía soportar, tentaría a muchos honorables, y Muhammad sal-lâ Allah alehi wa salam encontraría a su alrededor fuerza y valentía con las cuales fortalecer su mensaje y apoyar su partido. Quraich despertaría con los golpes de las hachas destruyendo sus ídolos y sus dioses!
Era verdad, Hamzah se hizo musulmán, declaró en público lo que estaba escondido en su pecho, dejando a los reunidos en pleno asombro, masticando la desesperación, y a Abu Yahl, lamiendo la sangre derramada de su cabeza abierta. Nuevamente, Hamzah afirmó su arco sobre su hombro con su mano derecha, y con pasos firmes y severa valentía se encaminó a su casa.
Hamzah disfrutaba de una mente penetrante y de una conciencia recta. Al volver a su casa y al liberarse de los cansancios del día, comenzó a pensar, girando sus ideas hacia lo sucedido. ¿Cómo declaró su Islam y cuándo? Lo había declarado en un momento de vehemencia, rabia y nervios. Se apenó por su sobrino, quien se oprimía sin encontrar apoyo; se enfureció por él y tomó ese ardor por el honor de Bani Hashim. Por esto, rompió la cabeza de Abu Yahl y gritó en su cara declarando su conversión. Pero, acaso era este el mejor camino para abandonar la religión de sus padres y de su gente... la religión de los años y de las épocas, para adoptar un nuevo credo del que aún no probaba sus instrucciones ni conocía sino muy poco de su realidad?
Era verdad que él no dudaba, ni un instante, de la sinceridad de Muhammad y la honorabilidad de su propósito. Pero podía recibir una nueva religión, con todas sus obligaciones y responsabilidades, en un momento de rabia; como recién lo había hecho Hamzah?
Su corazón guardaba todo respeto por esta nueva religión, cuya bandera llevaba su sobrino. Pero, si el destino le tenía preparado ser uno de los pertenecientes a esa religión, y defensor de la misma,…¿cuándo sería el momento adecuado para adoptarla? Un momento de furia y vehemencia o un tiempo de pensamiento y contemplación? Así, la rectitud y honorabilidad de su conciencia le obligaron a someter de nuevo todo el asunto a un pensamiento firme y minucioso. Se puso a pensar... pasaron días en que su mente no conoció la tranquilidad y noches en que sus párpados no pestañearon.
Cuando anhelamos la verdad con la mente, la duda se asume como modo de conocimiento... de esa manera Hamzah apenas empezó a usar su mente para investigar el asunto del Islam y establecer una relación entre la nueva y la vieja religión; emanaron de sí mismo, dudas conmovidas por la nostalgia innata enraizada por la religión de sus padres... y el miedo natural hacia todo lo nuevo.
Los recuerdos se concentraron en Al Kaabah, sus dioses e ídolos... y las glorias religiosas de todo Quraish y de toda Meca, concedidas por esos dioses tallados. Retirarse de toda esta historia y esta religión de noble antigüedad, parecía un abismo difícil de salvar. Hamzah se asombró de ver como podía uno abandonar la religión de sus padres con esta rapidez y facilidad... se lamentó de lo que había hecho.
Sin embargo, continuó el viaje de la mente. Al ver que la mente sola no era suficiente, se refugió en lo desconocido con toda sinceridad y verdad. En Al Kaabah, se dirigió al cielo con devoción, invocando y pidiendo socorro, a través de toda fuerza y luz que tuviera el universo, para guiarse hacia la verdad y el camino recto... Escuchémosle al narrar el resto de la noticia. Dijo: "...Luego, me alcanzó el lamento al dejar la religión de mis padres y mi gente y dude enormemente, no podía entrecerrar mis ojos con el sueño...” "Me fui a Al Kaabah rogando a Dios que me guiara hacia la verdad y alejara la duda de mí... Dios me escuchó y llenó mi corazón con fe y certeza...” "Fui hacia el Mensajero de Dios (salla Allah alehi wa salam), y le comuniqué el asunto. Él invocó a Dios para que afirmara mi corazón en su religión..." Así, Hamzah se convirtió al Islam. Un Islam certero. Así, Hamzah se convirtió al Islam. Un Islam certero.
Dios glorificó al Islam por Hamzah. Y éste se puso fuerte, gigante, defendiendo al Profeta de Dios y a los sometidos de sus compañeros. Abu Yahl, al verlo presente en las filas de los musulmanes, dedujo que sin lugar a dudas, estaba declarada la guerra y comenzó a incitar a los quraishíes a provocar daño al Profeta salla Allah alehi wa salam y a sus compañeros, e inició de inmediato la preparación de una guerra civil a través de la cual poder encontrar salida a su furia y envidia.
Hamzah, por supuesto, no pudo defender toda ofensa. Sin embargo, su conversión al Islam fue protección y coraza, y asimismo, fue una invitación exitosa para muchas tribus que Hamzah condujo al Islam. Posteriormente, la islamización de Omar ibn al Jattab radia Allah anhu hizo a las tribus entrar al Islam en tropel. Desde que Hamzah se convirtió al Islam dio toda su fuerza, dureza y vida a Dios y a su religión y por ello, el Profeta salla Allah alehi wa salam le puso este ilustre apodo: "El León de Dios, y el León de Su Profeta".
Hamzah fue el emir de la primera conquista, con la cual los musulmanes enfrentaron a un enemigo. La primera bandera que el Profeta (salla Allah alehi wa salam ) dio a uno de sus compañeros fue la de Hamzah. Cuando se enfrentaron los dos bandos (creyentes e incrédulos) en la batalla de Badr, el “León de Dios y el León de Su Profeta” estaba ahí, haciendo maravillas.
Los restos del ejército de Quraish volvieron de Badr a Meca tropezando en su derrota y desilusión. Abu Sufian regresó con el corazón derrotado, la cabeza gacha, dejando en el campo de batalla cadáveres de los nobles quraishíes, como por ejemplo: Abu Yahl, Utbah ibn Rabiah, Snaibah Ibn Rabiah, Umallah Ibn Jalaf, Uqubah Ibn Abi Muit, Alasuad ibn Abdet Asad Almajzumi, Alwatid Ibn Utbah, Anna Dar Ibn Alhariz, Alas Ibn Said, Tuumah Ibn Adf, y docenas como estos de los hombres fortísimos de Quraish.
No era de suponerse que Quraish tragase esta derrota así, fácilmente. Por esto, empezó a prepararse, reuniendo su fuerza y recordando su desilusión para vengar su honor y sus muertos. Quraish insistía en la guerra.
Todo Quraish junto a sus aliados de las tribus árabes bajo el liderazgo de Abu Sufian, salió para la batalla de Uhud. Los líderes quraishíes tenían, en esta nueva batalla, como propósito, dos hombres: El Mensajero de Dios (salla Allah alehi wa salam ) y Hamzah (qué Dios esté complacido con él). Realmente quien había escuchado su conversación y sus conspiraciones, antes de salir a la guerra, veía que Hamzah, después del Mensajero de Dios, era el propósito y el objetivo de esa guerra.
Antes de salir, eligieron al hombre encargado del asunto de Hamzah. Era un esclavo abisinio, de una habilidad sobrenatural en el lanzamiento de la jabalina. Su papel en la guerra era cazar a Hamzah, dirigiendo hacia él un golpe mortal del arco y le advirtieron que no lo distrajera de este objeto ninguna otra cosa, fuese cual fuese el destino de la guerra y la dirección de la batalla. Le prometieron un pago caro y magnífico que era su libertad; ya que este hombre llamado "Wahshí" era un esclavo de Yubair Ibn Mutam, y el tío de Yubair había muerto el día de Badr. Entonces, Yubair le dijo: "Sal con la gente, y si matas a Hamzah, serás libre". Lo enviaron a lo de Hind Bint Utbah, la esposa de Abu Sufian, para aumentar su provocación y empujarlo hacia el propósito que querían. Hind había perdido a su padre, su tío paterno, su hermano y su hijo en la batalla de Badr, y se le había dicho que Hamzah había sido quien mató a algunos de ellos y estuvo a punto de matar a los otros. Wahshi es un nombre que significa "fiero" o "bruto". Por ello, entre los quraishíes tanto hombres como mujeres, Hind era la más incitada para salir a la guerra, só1o por tener la cabeza de Hamzah bajo cualquier costo que pidiera esta aventura. Hind pasó los días previos a la guerra con un solo propósito: vaciar toda la rabia de su pecho en el corazón de Wahshí y explicándole el plan que debía llevar a cabo. Le prometió que si lograba matar a Hamzah, le daría lo más precioso que una mujer puede tener que es su adorno e ilusión, ya que agarró con sus furiosas manos sus valiosos aros de perlas y los adornos de joyas que llenaban su cuello. Luego, con ojos fijos en Wahshí, dijo: "Todo esto es tuyo, si logras matar a Hamzah. La boca de Wahshí se hizo agua. Su imaginación se tornó nostálgica a la guerra que le haría recuperar su libertad. Después, no sería esclavo ni siervo, y además saldría con todas estas joyas que adornaban el cuello de la jefa de las mujeres de Quraish, esposa de su jefe e hija de su señor. Entonces, la conspiración y toda la guerra apuntaba con toda claridad y precisión a Hamzah (qué Dios esté complacido con él).
Ya llegó la batalla de Uhud. Se enfrentaron los dos ejércitos... Hamzah estaba entre medio de la muerte y la guerra, llevando la vestimenta de la batalla y sobre su pecho una pluma de avestruz con la cual se había acostumbrado adornarse en el campo de batalla.
Empezó a hacer molinetes y, al ver cualquier cabeza del ej[ercito enemigo, la cortaba con su espada. Continuó blandiendo su espada entre los idó1atras como si la muerte estuviera bajo sus órdenes y la pudiera arrojar sobre cualquiera y ésta lo atrapara desde adentro.
Todos los musulmanes blandieron sus espadas, estuvieron a punto de lograr la victoria asegurada y los restantes del ejercito quraishí se retiraron con estupor, huyendo... si no hubiese sido por los lanzadores que dejaron su posición arriba de la montaña y bajaron al campo de batalla para recoger el botín del enemigo derrotado... si no hubiese sido por eso y por la apertura de una amplia brecha para los jinetes de Quraish, la batalla de Uhud habría sido un cementerio de todo Quraish; hombres y mujeres y también caballos y camellos.
Los jinetes de Quraish sorprendieron a los musulmanes por atrás y blandieron contra ellos sus espadas sedientas y locas. Los musulmanes empezaron a juntarse nuevamente, llevando las armas que algunos de ellos habían dejado en el suelo, al ver retirarse y volviendo la espalda al ejército de Quraish… pero la sorpresa era dura y violenta. Hamzah al ver lo sucedido, duplicó su fuerza, su actividad y su azote... empezó a golpear a diestra y siniestra... delante y atrás, mientras Wahshí estaba vigilándolo, esperando el momento adecuado para dirigirle su golpe... Dejemos a Wahshí describirnos. con sus palabras, la escena:
"Soy hombre abisinio. Arrojo la jabalina al modo de los de Abisinia, escasamente me equivoco... al enfrentarse los ejércitos salí para ver a Hamzah y vigilarlo. Lo vi entre medio de la gente como un camello sediento, destruyendo violentamente a la gente con su espada... nada lo obstaculizaba... por Dios!, me preparé para él, quería matarlo, me oculté detrás de un árbol para atacarlo o que él se acercara hacia mí; se me anticipó "Sibau Ibn Abdel Uzza". Al verlo, Hamzah le gritó: "Venga a mí, hijo de cortadora de clítoris!" Le pegó y no erró la cabeza...
"Entonces, moví mi jabalina. Al encontrarme en una posición adecuada, la arrojé y cayó en su cerneja y salió de entre de sus piernas... se levantó hacia mí, pero se dio por vencido y luego murió... Fui donde el, tome mi jabalina, luego regresé al campamento y ahí me quedé. Ya nada necesitaba; lo había matado para liberarme. Cuando volví a Meca, recuperé mi libertad, y viví en esta ciudad hasta la entrada del Profeta (salla Allah alehi wa salam ) el día del Fath (victoria). Entonces, huí al Taif... Cuando un grupo del Taif se dirigió hacia el Mensajero de Dios (salla Allah alehi wa salam ) para declarar su conversión al Islam, no supe que hacer y dije: Voy a Sham o aYemen u otro lugar... Por Dios!, estaba yo en esta preocupación y un hombre me dijo: "Qué pasa contigo...! El Profeta de Dios no mata a nadie que entra en su religión... Fui a Medina, a lo del Profeta (salla Allah alehi wa salam ), y presenté frente a él atestiguando la profesión de fe.
Al verme, dijo: " Tú eres Wahshí?" "Sí, Profeta de Dios"; dije. "Cuéntame como mataste a Hamzah", pidió. Le conté... al terminar mi cuento dijo: "Ay de ti! Auséntate de mi cara!”. Me alejé del camino del Profeta (salla Allah alehi wa salam ) para que no me viera hasta su muerte.
"Cuando los musulmanes salieron para enfrentarse con Musailamah Al Kazzab de AI Yamamah, salí con ellos. Llevé la jabalina con que había matado a Hamzah... Al enfrentarse los ejércitos, vi a Musailamah Al Kazzab, ubicado con la espada en la mano. Me prepare para é1, moví mi jabalina, y al verme en una posición adecuada, la arroje y cayó sobre él... "Si maté con esta jabalina al mejor de la gente, que era Hamzah... ruego a Dios que me perdone al matar con la misma, al peor de la gente que era Musaifamah."
Así cayó el “León de Dios y el León de Su Profeta”, un mártir glorificado. Como su vida tuvo resonancia, así fue su muerte. A sus enemigos no les bastó su muerte. Cómo les iba a bastar o a satisfacer, si ellos mismos alistaron a todos los hombres de Quraish con su dinero, para esta batalla a través de la cual querían solamente al Mensajero de Dios y a su tío Hamzah. Hind Bint Utbah, la esposa de Abu Sufian, ordenó a Wahshí traerle el hígado de Hamzah. Wahshí obedeció a este loco deseo. Cuando volvió a Hind le entregó el hígado con la mano derecha mientras recibía sus aros y sus joyas con la mano izquierda, en recompensa por el éxito de su misión. Hind, hija de Utbah, aquel al que mataron los musulmanes en Badr, y esposa de Abu Sufian, jefe del ejercito del paganismo y la idolatría, masticó el hígado de Hamzah anhelando que esta tontería curara su rabia y su ira. Pero sus colmillos no pudieron romperlo y ella no lo pudo tragar. Lo sacó de su boca gritando fortísimo y luego prosiguió su grito diciendo:
"Nosotros les hemos recompensado el día de Badr y la guerra después de la guerra es acompañada por el calor. No tenia resignación por Utbah ni mi hermano, y su tío y mi primogénito. Me curé, pagué mi deuda, Wahshí eliminó la rabia de mi pecho." Se acabó la batalla, los idó1atras montaron sus camellos, y dirigieron sus caballos volviendo a Meca. El Profeta de Dios (salla Allah alehi wa salam ) junto a sus compañeros bajó al campo de batalla para ver a los mártires. Ahí, en lo profundo del valle, mientras examinaba los rostros de sus compañeros, quienes se vendieron a sí mismos a Dios grande entregándole ofrendas nobles, se detuvo de repente, miró, se quedó callado, presionó sus dientes, y cerró sus párpados...
Nunca había imaginado que la conducta del hombre llegaría a esta brutalidad nauseabunda, descuartizando el cadáver de un hombre del modo en que vio a su honorable mártir, su tío Hamzah ibn Abdel Muttalib, “el León de Dios”... y el magno de los mártires. El Profeta salla Allah alehi wa salam abrió sus ojos brillantes puestos en el cadáver de su tío y dijo:
"Jamás me ocurrirá semejante desgracia... y nunca me he encontrado en una situación tan enfurecedora como esta”.
Miró a sus compañeros y dijo: "Si no se apenase Safillah -hermana de Hamzah- y no fuera una tradición después de mí, lo dejaría que quedase en los abdómenes de las fieras y los buches de las aves.. Si Dios me concediera la victoria donde fuera sobre Quraish, descuartizaría a treinta hombres de ellos..." Los compañeros del Mensajero gritaron: Por Dios!, si por Su ayuda lográramos vencerlos una vez a lo largo de la vida, les descuartizaríamos de un modo que ninguno de los árabes hubiera hecho..." Pero Dios que agració a Hamzah por ser mártir, lo honró al hacer de su muerte una gran oportunidad para dar una lección que protegiera la Justicia para siempre e hiciera que la misericordia fuera un deber y obligación en el castigo y el talión.Al Profeta (salla Allah alehi wa salam ) apenas terminó su amenaza anterior, le llegó la revelación divina en el lugar que aún no había dejado, en estos benditos versículos:
“Invita a los humanos a la senda de tu Señor, con prudencia y con bella exhortación; refútales de la manera más benevolente; porque tu Señor es el más conocedor de quien se desvía de su senda, así como también es el más conocedor de los encaminados. Cuando castiguéis, hacedlo del mismo modo que fuisteis castigados, pero si perseveráis, ello será preferible para los perseverantes. Sé constante, porque tu perseverancia só1o será con la ayuda de Dios; no te apenes por ellos ni te angusties por sus acechanzas; Porque Dios está con los timoratos, que son benefactores”. 16: 125, 128
La revelación de estos aleyas, en este caso, fue el mejor homenaje a Hamzah como recompensa de Dios. El Profeta (salla Allah alehi wa salam ) lo estimaba enormemente, ya que Hamzah, como hemos dicho antes, no era só1o su querido tío paterno, sino su hermano de leche, su compañero de niñez, y amigo de toda la vida. En estos momentos de despedida, el Profeta (salla Allah alehi wa salam ) veía que la mejor despedida para Hamzah, era orar por el descanso de su alma tantas veces como mártires hubo. De este modo, el cadáver de Hamzah fue llevado hacia el lugar de oración en el campo de batalla que presenció su lucha y abrazó su sangre...
El Profeta(salla Allah alehi wa salam ) junto a sus compañeros rezó por él. Luego, trajeron otro mártir y el Profeta rezó por él; se lo llevaron, dejando a Hamzah en su mismo lugar. Trajeron un tercero, lo pusieron al lado de Hamzah y el Profeta rezó por los dos. Así, todos los mártires uno tras el otro, fueron despedidos por la oración del Profeta (salla Allah alehi wa salam ) quien rezaba por cada uno y Hamzah juntos. En este día el Profeta salla Allah alehi wa salam rezó por su tío setenta veces.
El Mensajero de Dios (salla Allah alehi wa salam ), dejando el campo de batalla, en el camino a su casa, escuchó a las mujeres de Bani Abdel Ashhal, llorar por sus mártires. El Profeta (salla Allah alehi wa salam ), de tanto amor y ternura, dijo: "Pero, nadie llora por Hamzah!" Said ibn Muaz, escuchando al Profeta, creyó que este se quedaría satisfecho al ver las mujeres llorar por su tío. Por eso, corrió hacia las mujeres de Bani al Ashhal pidiéndoles que lloraran por Hamzah, y ellas lo hicieron. El Profeta (salla Allah alehi wa salam ), apenas escuchó sus llantos, salió y les dijo: "Esa no era mi intención, vuelvánse y que Dios se apiade de vosotras. Desde hoy, no hay más llanto."
Los compañeros del mensajero de Dios se esforzaban en hacer elegías a Hamzah, enumerando sus méritos y virtudes. Hassan Ibn Zabit, en un poema suyo muy largo, dijo: “Aleja de tí un mundo de imágen borrada, y llora por Hamzah, quien se lo merece. Preparado para los caballos cuando se alejan como un león bravo en su bosque. Su lugar está en las alturas de Bani Hashim, no se agita en la falsedad dejando la verdad. Cayó martir entre sus espadas. Que se paralicen las manos de Wahshf quien lo mató.
Abdullah Ibn Rawahah dijo: Mis ojos lloraron, está en su derecho llorar pero ni el llanto ni el grito valdrán de nada al León de Dios. El día que dijeron que Hamzah ya era un hombre muerto,todos los musulmanes y el Mensajero de Dios se han desgraciado. Aba Vails todo se derrumba por tí, ya que tu eres el excelso, benefidentisimo y comunicador.
Safillah, hija de Abdel Muttalib, tía paterna del Mensajero (salla Allah alehi wa salam) y hermana de Hamzah, dijo: Dios de la verdad, Dueño del trono, lo invitó al paraíso para que viva en éste, alegre. Esto es lo que esperamos, y anhelamos para Hamzah, el día de la resurrección el mejor destino Por Dios no te olvidaré, al levantarse los vientos del Saba, al quedarme o caminar llorando, triste Por el León de Dios, quien fue defensor del Islam de todo incrédulo digo, cuando ya el anuncio de tu muerte cubrió toda la tribu, Que Dios recompense con el bien a mi hermano y mi apoyo
Sin embargo, la mejor elegía, que perfumó su recuerdo, fueron las palabras del Mensajero (salla Allah alehi wa salam), al presentarse frente a su cadáver en el momento en que lo vio entre los martires de la batalla. Dijo: "Que la misericordia de Dios te alcance ya que tu fuiste -según sé—buen visitador de los parientes carnales y buen hacedor del bien..." Realmente, la desgracia que el Profeta (salla Allah alehi wa salam) sintió por su tío era enorme... Consolarlo era una misión muy difícil. Sin embargo, el destino estaba guardando al Mensajero de Dios el mejor consuelo... ya que al regreso a su casa desde Uhud, el Profeta (salla Allah alehi wa salam) pasó frente a una mujer de Bani Dinar cuyo padre, esposo e hijo fueron mártires en la batalla. Al ver regresar a los musulmanes de la batalla, corrió hacia ellos preguntándoles las noticias de la guerra. Le comunicaron la noticia de la muerte del esposo, del padre y del hijo. Ella les preguntó con ansiedad: "Cómo está el Profeta de Dios?" Dijeron: "Bien, como quieres, gracias a Dios." Dijo: "Muéstrenmelo, para mirarle."
Se quedaron junto a ella hasta que se acercó el Profeta (salla Allah alehi wa salam). Al verlo, se dirigió hacia él y dijo: "Cualquier desgracia después tuyo es fácil." Este fue el mejor y duradero consuelo. Al parecer, el mensajero (salla Allah alehi wa salam) sonrió a esta escena, única en su tipo, ya que en el mundo de generosidad, obediencia y absoluta adhesión, no tiene iguales. Una pobre mujer débil, que en un solo momento perdió a su padre, su esposo y su hijo, y contestó al portador de esta noticia que hace derrumbar las montañas: ¿Cómo esta el Profeta de Dios? Era una escena que bien el destino eligió su tejido y su tiempo para dar al bendito Mensajero (salla Allah alehi wa salam) el mejor consuelo por el León de Dios y el magno de los martires.
Esta es una traducción extraída del libro de: Jalid Muhammad Jalid que lleva por título: Riyalun Haula Ar-rasul cuyo significado es: Hombres alrededor del Mensajero de Dios. En el libro mencionado hay más de sesenta compañeros del Profeta salla Allah alehi wa salam. Su historia, su vida y cómo abrazaron el Islam? Es esta oportunidad hemos traducido la de Hamzah. Es menester señalar que (saw) es la abreviación de: Salla Allahu Alaihi Wasalam que quiere decir que Allah salude y bendiga a su mensajero. (R.A.A.) es: Radia Allahu Anhu “Que Dios esté complacido con él”.
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| Tema: Re: Hamza Ibn Abdel Muttalib (Allah esté complacido con él) Mar Ene 31, 2012 8:52 am | |
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