ISLAM: Ahl al Sunnah wal Yama'ah
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ISLAM: Ahl al Sunnah wal Yama'ah

En este lugar pretendemos dar información clara acerca de Ahl al Sunnah wal Yama'ah. Con absoluta fidelidad y obediencia a los principios islámicos traídos por inspiración Divina a nuestro Profeta salla Allah aleihi wa salam
 
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 Sa'd Ibn Abi Uaqqás (Allah se complazca con él)

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MensajeTema: Sa'd Ibn Abi Uaqqás (Allah se complazca con él)   Sa'd Ibn Abi Uaqqás (Allah se complazca con él) EmptyMar Nov 29, 2011 10:54 am


Sa'd Ibn Abi Uaqqás (Allah se complazca con él) BemiAllah56



Sa'd Ibn Abi Uaqqás

(Allah se complazca con él)


“¡Lanza Sa'd lanza!... ¡Ofrendaría, mi padre y mi madre por ti! (Hadiz)

“En el Nombre de Allah, Clemente y Misericordioso. Y recomendamos al hombre benevolencia para con sus padres. Su madre le concibe, pena tras pena, y deja de amamantarlo a los dos años. Y le dijimos: “Agradéceme a mí y a tus padres, porque el retorno será a mí. Pero si te obligaran a que me asocies algo, que tú ignoras, no les obedezcas; compórtate con ellos con benevolencia en este mundo, y sigue el camino de quien se vuelve a mí en todo. Luego vuestro retorno será a mí y entonces os haré saber cuanto hacíais”. (31:14,15)

Estas aleyas encierran una historia única y asombrosa; en ella, un joven guarda en su interior, un sin número de sentimientos opuestos. Triunfando finalmente el bien sobre el mal y la fe sobre la incredulidad.
El joven del cual hablamos era uno de los más nobles de La Meca, de origen ilustre. Llamado Sa'd Ibn Abi Uaqqás (que Allah se complazca de él).
Sa'd Ibn Abi Uaqqás era aún joven cuando la luz del Islam iluminó La Meca. Era cariñoso con sus padres, y apegado a ellos, en especial a su madre.

A pesar de haber cumplido los diecisiete años, Sa'd tenía el juicio y la sabiduría de muchos ancianos.
A diferencia de los jóvenes de su edad, Sa'd no se sentía atraído por las diferentes diversiones y placeres que gustaban los de su edad. Su atención se centraba en la fabricación y reparación de arcos y flechas y la práctica de la arquería.
Tampoco se sentía cómodo con las creencias y costumbres que tenía su gente. A veces parecía estar esperando que algo o alguien extendiera una mano fuerte y firme que lo sacase de esa miserable situación.

Y sucedió que Allah, había decidido honrar a la humanidad con esta mano firme y fuerte. Nos referimos al Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él), portando esa luz divina: El Sagrado Corán, el Libro de Allah.
Sa'd se apresuró a responder a este llamado hacia la Guía y la Verdad. Fue uno de los primeros musulmanes.

El propio Sa'd solía enorgullecerse de ello diciendo: “Pasaron siete días en los que yo representaba a un tercio de los musulmanes”.
El Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se alegró mucho cuando Sa'd abrazó el Islam, pues ya demostraba indicios de tener un futuro brillante y una valentía sin igual.
Sa'd era noble, de origen ilustre y apreciado. Influiría sobre muchos de los jóvenes de La Meca para seguir su senda y su religión.
Además, Sa'd pertenecía a la tribu de la madre del Profeta: los Bani Zuhra. Esto hacía que el Mensajero (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se enorgulleciera de este parentesco. En cierta ocasión, estaba el Mensajero (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) sentado con algunos Sahaba y divisaron a Sa'd venir hacia ellos; el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) exclamó: “¡Este es mi tío! ¡Muéstreme alguien así!”

Pero la islamización de Sa'd Ibn Abi Uaqqás no fue algo sencillo y simple. Al contrario; fue expuesto a duras, difíciles y violentas pruebas. Fue tal, que Allah reveló en el Sagrado Corán aleyas al respecto.
Dijo Sa'd: “Tuve un sueño tres días antes de abrazar el Islam. En él, yo estaba inmerso en una oscuridad total. Mientras me debatía entre las profundidades de esta oscuridad, vi una luna llena y brillante que me iluminaba. La seguí, hasta ver un grupo de personas que estaban delante siguiendo la luna. Divisé a Zaid Ibn Háriza, a Alí Ibn Abi Tálib y a Abu Bakr As Siddiq. Les dije: ¿Desde cuándo estáis aquí? Me dijeron: ¡Recién llegamos!”

“Poco después, me contaron que el Mensajero de Allah invitaba a la gente hacia el Islam en secreto, supe entonces que Allah quería algo bueno para mí, me extraería de las tinieblas a la luz, por medio de él.”
“Me dirigí al Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) rápidamente, lo encontré haciendo la oración del 'Asr (La tarde), abracé luego el Islam; haciéndolo antes, solo las tres personas que vi en el sueño.”
Sa'd prosigue con su relato diciendo: “Al enterarse mi madre de mi islamización, se enfureció e intentó aprovecharse sabiendo como la quería. Me dijo: ¡Sa'd! ¿Qué religión es esta que te ha alejado de las creencias de tu padre y tu madre? ¡Por Allah! ¡Dejarás tu nueva religión o yo dejaré de comer y beber hasta que muera! Entonces se partirá tu corazón de pena por mí y la gente te lo reprochará para siempre.”

“Le dije: No lo hagas. No abandonaré mi religión por nada.”
“Sin embargo cumplió con su amenaza. Dejó de comer y de beber por días, hasta que se debilitó.”
“Le pedí continuamente que comiese o bebiese. Siempre me rechazaba y juraba que no comería ni bebería hasta que muera o yo dejara mi religión.”
“Al ver su actitud, le dije: ¡Madre! Te quiero mucho, pero mucho más a Allah y a Su mensajero. ¡Por Allah! Aunque tuvieses mil almas y las viera salir de tu cuerpo una por una ¡no abandonaré esta religión por nada! “
“Cuando mi madre observó la firmeza en mi posición, cedió. Comió y bebió.

Fue entonces, que Allah reveló en el Sagrado Corán:

“Pero si te obligaran a que me asocies, algo que tú ignoras, no les obedezcas; compórtate con ellos con benevolencia en este mundo”. (Sura 31:15)

El día de la islamización de Sa'd Ibn Abi Uaqqás, se cuentan entre los más bienaventurados para el Islam y los musulmanes.
En la batalla de Badr, se presentó Sa'd con su pequeño hermano Umeir, quién era aún adolescente. Cuando el Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) comenzó a pasar revista a los soldados musulmanes antes de la batalla, Umeir se escondió para que no lo reconociese y lo devolviese, impidiéndole combatir por su corta edad. Pero el Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) al verlo lo rechazó. Umeir comenzó a llorar; hasta que del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se enterneció y le permitió estar entre los soldados.

Al ver esto. Sa'd se alegró muchísimo. Se acercó orgulloso a su hermano y le anudó el cinto que cargaba su espada, de forma apropiada por su corta edad y tamaño, así partieron ambos a entregar su máximo esfuerzo por la causa de Allah.
Cuando terminó la batalla, Sa'd retornó solo a Medina. Umeir había caído como mártir en los campos de Badr. Allah sería Quién le recompensase por la pérdida de su hermano.

En la batalla de Uhud, cuando las piernas temblaban de miedo, cuando los soldados musulmanes se vieron separados del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y en retirada, un pequeño grupo de guerreros, se mantuvo alrededor del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) defendiéndole de los incrédulos. Apenas sumarían diez, entre ellos Sa'd Ibn Abi Uaqqás. Firme y valiente, defendiendo la vida del Profeta con su arco y flechas, haciendo caer mortalmente herido a los incrédulos con cada flecha que él lanzada.

Al verlo a Sa'd comenzó a animarlo diciéndole (1) : “¡Lanza Sa'd...lanza!... ¡Ofrendaría mi padre y mi madre por ti!

Sa 'd se enorgullecía siempre por estas palabras del Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y solía decir: “El Mensajero nunca llegó a ofrendar a sus padres por nadie, sino por mí”.
Sin embargo, la gloria de Sa'd llegó a la cima, cuando el Califa Omar Ibn Al-Jattab decidió enfrentar a los persas, en una guerra para acabar con su poderío, derrumbar su imperio, y erradicar el politeísmo de esas tierras.

El Califa Omar envió misivas a sus representantes en las distintas provincias. Debían enviarse a la capital todos los hombres con armas, monturas y cuánto pudiesen aportar a la victoria, ya sea con su participación, con buenas sugerencias o con poesías y discursos que animen a los combatientes.
Los contingentes comenzaron a llegar a la capital (Medina). Llegaban de todos los rincones de la nación islámica con la esperanza de ofrendar su máximo esfuerzo por la causa de Allah. Cuando el ejército se completó, Omar consultó a la gente de experiencia y de buen criterio ¿Quien debería ser el Comandante del ejército principal y líder de la campaña?

Todos los consultados respondieron al unísono: ¡Sa'd Ibn Abi Uaqqás! ¡El León Combatiente!
Fue así, que Omar llamó a Sa'd y le asignó el comando del ejército, haciéndole entrega del estandarte.

Cuando el grueso del ejército, se disponía a salir de Medina, Omar se acercó para despedirlos, pues, a pesar de sus obligaciones, ardía de deseos de estar marchando con ellos y se consolaba acompañándolos hasta las afueras de la ciudad.
Finalmente aconsejó así al Comandante: “¡Sa'd! No hay ningún parentesco que valga ante Allah excepto la obediencia. Los nobles son iguales que los humildes ante Allah. Allah es el Señor de los humanos y todos son Sus siervos. La gente se distingue sólo por el temor a Allah y obtienen Su recompensa a través de la obediencia a Él. Haz, pues, como lo haría el Profeta; y ten por seguro que esto es lo correcto”.

Este ejército de Sa'd está conformado por noventa y nueve soldados que asistieron a la batalla de Badr, más de trescientos de los que juraron fidelidad al Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) en “Bai'at ur Riduán”(2), trescientos de los que acompañaron al Profeta (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) durante la conquista de La Meca y también marchaban con ellos setecientos hijos de los Sahaba.

Sa'd avanzó con sus tropas hasta un lugar llamado “Al Qadisía”(3) y allí enfrentó al poderoso ejército persa durante varios días. El último día de batalla, mostró un ejército musulmán decidido a definirla. Rodearon al enemigo y luego penetraron entre sus líneas desde todas las direcciones. Exclamando: “No hay más dios que Allah”, “Allah es el más grande”.

Fue este, un combate violento y desesperado, al matar a Rustum, el general persa, mostraron su cabeza en alto con una lanza. En ese momento los persas se dispersaron; el terror y la confusión se apoderó de sus corazones mientras que los musulmanes iban sometiéndolos con facilidad.
El botín de guerra fue abundante. Los persas caídos fueron más de treinta mil hombres, muchos de ellos ahogados al querer huir por el río.
Sa'd vivió mucho tiempo y Allah le concedió una gran fortuna. Sin embargo, antes de su muerte, pidió un simple abrigo de lana rústica y dijo:

“Deseo que se me amortaje con esta ropa. Con ella enfrenté a los incrédulos el día de Badr y con ella deseo encontrarme con Allah, el Todopoderoso”.

Sa'd Ibn Abi Uaqqás, murió en su casa, en Al 'Aqiq y fue sepultado en Medina el año 55 de la Hégira. Tenía entonces sesenta y cuatro años. La oración fúnebre por él fue dirigida por el gobernador Maruán Ibn Al Hákam.

¡Que Allah, se complazca de él!

(1) Llegaría a ofrendar en rescate por ti a mi padre y a mi madre. Esta expresión árabe indica el sumo aprecio que se tiene por una persona.

(2) Bai'at ur-Riduan: Esto fue un juramento, tras impedir a los musulmanes visitar La Meca y difundirse erróneamente el asesinato de Uzman Ibn Affan.

(3) Al-Qadisía: Lugar al sur de Irak, cerca de Kufa, donde se desarrolló la batalla homónima. Esta batalla, marcó la victoria final de los musulmanes sobre el imperio Persa.

Historias de los Compañeros del Profeta
(sallalahu aleihi wa salam)


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